martes, 23 de marzo de 2010

Las damas de la corte y sus pomos perfumados

Si analizamos la cantidad de perfumes y hierbas aromáticas que se solían comprar para refrescar el aire de los palacios reales de Enrique VIII, podríamos concluir que, por lo general, la higiene personal brillaba por su ausencia. La existencia de un suministro de agua demuestra que la gente se lavaba, sin embargo no se sabe con qué frecuencia ni hasta qué punto. Muchas autoridades recomendaban lavarse a conciencia pero darse un baño podía resultar un operación complicada, toda vez que las bañeras de madera tenía que llenarse de agua, forrarse con sábanas y vaciarse después.

No había desodorantes y sólo las clases pudientes podían permitirse el lujo de adquirir perfumes, que los traían principalmente de Italia y consistían sobre todo en bolitas de ámbar gris, almizcle y algalia. A estas bolitas perfumadas las denominaban "pomos" (en inglés "pomander"), que era también el nombre de las bolas de oro afiligranadas que las contenían.

Desde la Edad Media hasta mediados del siglo XVIII, las damas de la corte acostumbraban llevar los pomos perfumados colgados del cinturón y se los acercaban a la nariz para protegerse de los malos olores y prevenirse contra las enfermedades contagiosas. Otras de sus funciones era hacer con que su ropa desprendiera un aroma agradable cuando caminaban y a la vez servian para purificar un poco el aire. Cabe destacar que la mayoría de las prendas elegantes se confeccionaban con tejidos que no podía lavarse y debían de despedir un olor muy rancio después de llevarlas varias veces, en particular si hacía calor. Menos mal que la ropa interior se lavaba con regularidad, junto con los paños de las capillas, la mantelería y las toallas.


Catalina Parr lleva colgado de su cinturón un pomo perfumado

Los pomos eran fabricados en distintos diseños. De tamaño medían aproximadamente entre 1,5 a 2,5 pulgadas de diametro (1 pulgada equivale a 2,54 cm), además de estar ricamente decorados y elaborados en oro y plata. La figura 303, a la izquierda, nos muestra un ejemplar de principios del siglo XVI. Dentro del pomo se aprecia una bola de perfume.

La figura 304, se remonta a la primera mitad del siglo XVI. Está elaborada en oro, esmalte y piedras preciosas. Se sujetaba por la parte superior y tenía dos tapas perforadas que desprendían dos aromas distintos.





Se menciona que la reina Catalina de Aragón tenía un pomo en 1530, donde aparecían grabadas las iniciales "H y K". De acuerdo con un inventario realizado en 1543, la princesa María Tudor tenía en su posesión largos cinturones de orfebre que sujetaban un pomo perfumado al final. Su hermana, Elizabeth I, también solía portar un pomo perfumado con rosa de damasco, ámbar gris entre otros aromas. Algunos incluso aparecían en la lista de regalos de Año Nuevo de la reina.



Maria I de Inglaterra, obra de Hans Eworth (1554). En la pintura se aprecia el pomo perfumado.
Bibliografía:


Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.

Norris, Herbert: Tudor costume and fashion, Dover Publications Inc., NY, 1997.

http://www.theanneboleynfiles.com/resources/tudor-life/pomanders/

jueves, 11 de marzo de 2010

El amor cortés en el reinado de Enrique VIII


El culto a la caballería y al amor cortés, que imperaban en la vida de la corte de aquella época, frequentemente frenaban las pasiones que podían florecer en el ambiente sofocante de la corte. La lectura predilecta de los miembros de la nobleza eran las obras de caballería y los romances, que se habían extendido desde la invención de la imprenta.

El propio Enrique VIII aun siendo un típico príncipe del Renacimiento, estaba comprometido apasionandamente con los principios del código caballeresco medieval, y esperaba que sus cortesanos también lo estuvieran. Las leyendas del rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda le fascinaban, aunque hasta la Reforma no empleó su imaginaria ascendencia artúrica para justificar su definición de Inglaterra como imperio. La visión que Enrique tenía de sí mismo como caballero andante surtió un efecto profundo en su forma de tratar a las damas.

Desde el siglo XII, el arte del amor cortés había sido esencial para la interacción social entre los hombres y las mujeres de alta alcurnia. A un caballero le estaba permitido cortejar a una dama que acostumbraba a ser superior a él desde el punto de vista social y tal vez casada, en teoría inaccesible. En este complejo juego de galanteo, la dama era el ama y el caballero el fiel sirviente, sin embargo no existía ninguna relación física. El caballero llevaba el favor de la dama en el torneo, componía versos en su honor, le ofrecía obsequios infundados de significado simbólico o entablaba conversaciones llenas de ingeniosas insinuaciones.


Los juegos de palabras entre los amantes también eran muy populares en la corte de los Tudor, y cada miembro de la pareja adoptaba cifras compuestas por iniciales. Cuando Enrique VIII escribía apasionadas cartas de amor a Ana Bolena, a menudo remataba su misiva con un cifra, encerrando las iniciales de Ana en un corazón.



Los juegos cortesanos como, por ejemplo, la gallina ciega, el rescate, el volante y decir la buenaventura poseían un código oculto propio en el juego del amor cortés, al tiempo que el amor mismo era un asunto corriente en las diversiones, la poesía y las canciones de la corte; cada año en la víspera de San Valentín, todas las damas del palacio organizaban una rifa con el propósito de escoger pareja para el día siguiente y el elegido tenía que obsequiar a su dama con un regalo. El enamoramiento estaba de moda, no obstante quedaba muy lejos de las realidadades del mercado matrimonial.


Bibliografía:

Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.


Si deseáis profundizar más sobre este tema, les recomiendo que visitéis el blog de María Tudor. En este interesantísimo artículo María nos expone detalladamente las claves del amor cortés.

jueves, 4 de marzo de 2010

Catalina de Aragón y su mono

Se cuenta que Catalina de Aragón tenía como animal de compañía un mono. Este bichito, traído desde las colonias españolas en América, era bastante exótico para una corte real de aquella época. Únicamente la nobleza podría permitirse el lujo de incorporarlos a su colección de animales salvajes, de modo que se convirtieron en símbolos de la realeza. Tanto era el aprecio que le profesaba la reina de Inglaterra que decidió retratarse con él.


El mono y el bufón

Este mono se cree que era compañero de juegos de Will Somers, el más famoso bufón de la corte. Will Somers entró a servicio de Enrique VIII en 1525 y fue el más conocido de sus bufones. Delgado y "de ojos hundidos", además de encorvado, se dice este comediante nacido en Shropsdhire llamó la atención de Richard Fermour, mercader de Calais, que lo llevó a Greenwich para presentárselo al rey. El perverso sentido del humor de Somers conquitó inmediatamente al monarca, que le ofreció un puesto en la corte. Entre los dos hombres nació una empatía instantánea y la gente no tardaría en decir que "en toda la corte pocos hombres eran más queridos que este bufón", que durante los siguientes veinte años dominaría al rey con su alegre cháchara y sería su compañero constante en las horas de ocio.

Somers era muy solicitado. Provocaba ataques de risa al monarca y los cortesanos, luego, con su mono sobre el hombro (podemos apreciarlo en el cuadro), andaba con afectación por la estancia mientras ponía los ojos en blanco. El mono hacía trucos y Somers contaba chistes y él mismo reía sin poder dominarse cuando llegaba el final del chiste, o imitaba sin piedad a quienes eran el objetivo de sus bromas. Sin embargo, Somers nunca trato de sacar partido de su amistad con Enrique VIII, tenía por norma permanecer en un segundo plano cuando no actuaba y velaba por su privacidad.

*Ilustración: El bufón Will Somers y el mono (fragmento de cuadro "La familia de Enrique VIII" pintado en 1545). Autor desconocido.

La iconografía del mono en el arte renacentista

Los monos en el arte renacentista normalmente simbolizaban frivolidad y aportaban una cierta alegría al cuadro. Pero los simios también solían representar los instintos sexuales. ¿Pero cómo una reina podría controlarlos? Volquemos nuestro interés en el cuadro a continuación. En este retrato de Catalina de Aragón de 1525, obra de Lucas Horenbout, vislumbramos este sentimiento de opresión a través de la cadena que sujeta al mono. Durante el siglo XVI, se creía que las mujeres poseían menos control sobre su sexualidad y eran más propensas al pecado de la lujúria que los hombres. Esa supuesta falta de dominio les hacían más débiles que ellos , por lo tanto la única manera de domar esos instintos era a través del matrimonio. La cadena representa que la soberana debe ante todo reprimirlos y mantener delante de sus súbditos una imagen pulcra y de total submisión hacía el monarca.


Miniatura de Catalina de Aragón, aprox. 1525-26. Obra de Lucas Horenbout

Posteriormente, se volvió a pintar un retrato de Catalina en 1530/31 muy similiar al de Lucas Horenbout, si bien que en esta obra encontramos algún detalle significativo que se ve alterado. Fijaros, por ejemplo, que Catalina le ofrece una moneda al mono y éste a su vez la rechaza. Finalmente, el animal opta por tocar un crucifijo que la reina tiene junto a su pecho. En este supuesto la interpretación es sencilla: el mono expresa su obediencia a la Iglesia Católica, reconociendo que la cruz es más valiosa que el dinero.

Ahora nos surge otra incógnita: ¿Es posible que el mono represente a Enrique VIII? Según Carlyn Beccia, el artista podría intentar transmitir el siguiente mensaje, " Enrique eres un mono tonto por ir en contra de la Iglesia Católica" o quizás el mono simboliza Ana Bolena y el autor pregona a los cuatro vientos que ella "es una tonta por jugar con la religión. Y por ello te pareces a una mona".


Catalina de Aragón, cuadro de 1530/31. Artista desconocido



Si encontráis algún otro detalle significativo, no dudeís en hacer vuestra aportación.

Bibliografía:

http://blog.raucousroyals.com/2009/02/passionate-love-monkeys_16.html


http://blog.raucousroyals.com/2008/09/royal-monkey-business.html


http://www.historicalportraits.com/InternalMain.asp?ItemID=32

Weir, Alison: Enrique VIII el rey y la corte, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.